miércoles, 2 de mayo de 2012

Literatura de dicha y desdicha en el futbol Por Luz del Alba Velasco

NOTA:
AMIG@s:  Celebro el triunfo de mi sobrino Germán Velasco Aguirre como parte del equipo de Potros UAEMex Campeones Nacionales de las Universidades de México. Para oxigenar un poco de lo que corre en nuestras redes, y tener pretexto de urgar por la otra cara del futbol y su afición. Un abrazo como siempre. Luz del Alba


 











A Germán Velasco Aguirre

Delantero #17, Potros UAEMEX

Campeones Nacionales Universiada 2012

Que una mujer hable de fútbol en los medios generalmente no se da, a menos que tenga un "buen ver", o algo entrañable la acerque a un deporte al que es difícil aficionarse sin practicarlo alguna vez. Por mi parte, tengo una relación apasionada desde muy chica: mi padre formó la primera liga de fútbol en la Frontera de Chiapas, uno de mis hermanos casi nace en un campo llanero de fut. Los domingos en familia viviamos nuestra propia "épica" del campo, la pelota y los 22 hombres. Muchas veces, esos domingos  aportaban sus propias "tragedias" cuando se armaban peleas campales ante la pasión; y otras tantas terminaban en  "comedias"  legendarias. Mi hermano mayor solía regalarnos hazañas en la cancha que más tarde formaban parte de las leyendas de aficionados prolongando la gesta a una pasión non-stop que suplanta al fútbol. Y esas tardes de domingo se tejían adicionalmente con el salpullido visual del canal 13 y su DeporTV, donde los cronistas televisivos transformaban un juego sin gloria en la mayor Odisea.

En el gremio de literatos se dice que hay un desdén de los "letrados" hacia el fútbol. Esto no lo podemos generalizar, aunque Jorge Luis Borges no deja de ser Borges y fuera el encargado de marcar la divisoria de aguas: Con lapidaria ironía, reformuló el "civilización y barbarie" sentenciando en más de una entrevista periodística que el fútbol era "una cosa estúpida de ingleses... un deporte estéticamente feo: once jugadores contra once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos". La frase hendía el cuchillo en el corazón de un continente latino netamente futbolero y convocaba al escándalo.

Otros intelectuales como Albert Camus (Premio Nobel de Literatura), había dicho que el fútbol le enseñó todo lo que sabía. Porque el futbol no sólo ha dado hinchas al mundo: también se ha enriquecido de ellos. Albert Camus aprendió cuando era arquero en Argelia que "la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Esto me ayudó mucho en la vida... Lo que más sé acerca de moral y de las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol".

¿A la pelota se le debe, entonces, El mito de Sísifo, Los justos y La peste?

Por otro lado,  Pier Paolo Pasolini escribió que "El goleador es siempre el mejor poeta del año", dando la cumbre del romance entre literatura y el fútbol.

Excepciones en los años 20, con Juan Parra del Riego y el argentino Bernardo Canal Feijóo escribiendo "Penúltimo poema del fútbol" y Horacio Quiroga publicó "Suicidio en la cancha", un cuento sobre el caso real de un jugador de Nacional que se pegó un tiro en el círculo central de la cancha. De aquellos tiempos es el primer relato totalmente ficcional sobre fútbol en el Río de la Plata: la novela del francés Henri de Montherlant "Los once ante la puerta dorada".

En 1923, nada menos que en su meláncolico libro Crepusculario, Pablo Neruda escribió el poema "Los jugadores", y 12 años después, "Colección nocturna", incluido en Residencia en la tierra. Durante el primer medio siglo hubo escasos coqueteos de la literatura con el fútbol . Y quien entró de lleno en el tema fue el uruguayo Mario Benedetti con su ya célebre cuento "Puntero izquierdo", escrito en 1955, y publicado en el libro Montevideanos.

El llamado boom de la literatura latinoamericana se acercó al mundo del fútbol, no sólo desde la escritura sino también desde las tribunas. Tras un partido el otro  Nobel, Gabriel García Márquez, declaró: "No creo haber perdido nada con este irrevocable ingreso que hoy hago públicamente a la santa hermandad de los hinchas. Lo único que deseo, ahora, es convertir a alguien".

Escritores que se reconocían como hinchas de fútbol: el poeta Rafael Alberti —quien escribió "Oda a Platko", dedicada al arquero húngaro del Barcelona—, Miguel Hernández, Miguel Delibes, Manuel Vázquez Montalbán, Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti, Jorge Amado, Augusto Roa Bastos, Ernesto Sabato, Rubem Fonseca, Mario Vargas Llosa, Julio Ramón Rivadaneyro y Alfredo Bryce Echenique. El español Camilo José Cela, sus Once cuentos de fútbol, el mexicano Juan Villoro, un texto sobre el maracanazo —el día que Uruguay le ganó a Brasil la Copa del Mundo en el estadio Maracaná— titulado El hombre que murió dos veces, Humberto Constantini, su relato "Inside izquierdo", y Leopoldo Marechal, elige la tribuna de un River-Boca para lanzar la batalla del protagonista de Megafón o la guerra.

Mientras tanto, en Europa, el austríaco Peter Handke ponía la piedra basal con su novela "La angustia del arquero frente al tiro penal" —que poco habla de fútbol, es verdad— pero tiene una de las definiciones más bellas de ese instante crucial en un partido.

Y en lares mexiquenses, donde el escritor Eduardo Osorio se reveló en su novela "El año en que se coronaron los diablos" y rescató algunos rasgos angulares del origen y la historia de Toluca, una ciudad que, para bien o para mal, “sólo se recuerda por el futbol y el chorizo”.

Va`por ahí


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