sábado, 28 de febrero de 2009

Poemas de Lorena Sanmillán



TERAPIA

Tomé el hacha
desbrocé la palmera
y el coraje
se lo tragó la tierra.

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DIVERTIMENTO
Tiraré los dados
en tu espalda
jugaré serpientes y escaleras
en el tablero de tu piel.
Desde que aparezca
la primer estrellahasta que desaparezca
la última luciérnaga.


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NOSOTRAS


La noche amanecía
en nuestra soledad compartida,
oscurecía el espacio en blanco,
leí mi deseo en tu piel de magia
con las uñas esculpiste
tu miedo en mi espalda.
Lloramos a carcajadas
rumiantes de tristeza.
Toda lágrima solidificó en palabra.
Todo verbo decantó en abrazo.
De tu aliento nació
el reflejo moribundo de la luna.
Nos dejamos ser y fuimos
navegamos ingrávidas
por una galaxia de emociones
mar estático de pensamientos
incapaces de percibir los arrecifes
enmarañadas en nudos y enredos
Fluías intensa en mi cuerpo
seca humedad, equilibrio de vértigo
arena ártica en inundado desierto
vestigios de lo que antes
estelas de lo que ayer.
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ENCABEZADO
Muerta
por
sobredosis
de
a
n
t
i
d
e
p
r
e
s
i
v
o
s
.

Lorena Sanmillán



Lorena Sanmillán
Nacida el 23 de Junio de 1973, regia y de "La Conchita". Arquitecta de profesión, narradora por obsesión. Escribe relatos, cuentos cortos, crónicas y poesía. En el terreno de la arquitectura, escribe ensayos de composición arquitectónica, diseña y construye.
Ha publicado poemas, cuentos, ensayos y artículos de opinión en diversas revistas de Monterrey, Nuevo León. Poemas publicados en Letralia, Tierra de Letras. Participante activa y fundadora del Taller Bocetos de escritores que se reúne semanalmente en la Gargantúa. Su blog: http://lorenasanmillan.wordpress.com/

martes, 17 de febrero de 2009

EL INVIERNO EN LA COSTA DEL GOLFO. Por Jesús Garrido.




El amor es estrecho, tan estrecho como puede ser el mar
cuando se le conoce a fondo.
El amor es líquido, intolerable, escaso. De eternidad relativa,
la propagación de su reino no es más que un juego de niños:
adonde quiera que va lo sobrepasa el deseo.
La vastedad del deseo es un placer adulto.
Lujuria y placer son animales terrestres.
No el amor, sino el instinto,
acaba por dar nombre a todas las cosas.

En nombre del deseo se fertilizan la dunas,
se bendice la zafra, se santifica el trapiche.
En los pueblos de la costa se bebe ron y aguardiente de caña.
Así se da inicio a las fiestas del invierno,
así se abren los puertos a la histeria.
Dolor y fiebre dilatan su rubor a la intemperie,
en abierto desafío a la abstinencia.
La sed arremete como enjambre de avispas.
El genio y el imbécil discuten y se matan
por la misma mujer itinerante.
Desempleados y jornaleros allanan y saquean
la timidez de los muelles.
Los turistas se amurallan en sus cuerpos.
Los comerciantes alquimian sobriamente sus ganancias.
Ebrios de historia y de placer,
los narradores de la carne se
dejan seducir por su auditorio.
El resto de los hombres,
marinos, guardafaros y pescadores,
no confía en augurios
ni en predicciones metereológicas.

El invierno madura en ráfagas inéditas.
Mas, ¿de dónde llega el viento?
De Texas, de Pánuco, de Tuxpan, de la Antigua.
No del mar, sino de la tierra,
no de oriente sino del norte.
En el litoral del Golfo,
el invierno es una necesidad de los sentidos.

Por eso prefiero tierra firme,
a pesar de ti y de tus consignias:
“Amarás al mar por sobre todas las costas
y al viento próximo como a ti mismo.




jueves, 12 de febrero de 2009

martes, 10 de febrero de 2009

La receta : Mousse de Mango. Por Gabriela Velázquez



La Mousse de mango

Para preparar La Mousse, lo primero que necesitas son los mangos. Maduros, pero no mucho. Jugosos pero macizos, que al pelarlos, sientas en los dedos cómo corre el jugo, en tanto mantienes la pulpa entre las manos.
Para la elaboración del dulce, necesitas cuatro mangos pelados y sin hueso.

La fruta más sensual es el mango. Su aroma te remonta a algún lugar en el trópico, donde la vida natural es lo que es, y donde, después de un día trabajando, finalmente te sientas bajo la copa de un árbol de mango y sientes dicho aroma. Éste entra por la nariz, como el amor, con su dulce e incomparable perfume, que te invita. Luego lo tomas en la mano y sientes su suavidad. Lo pelas y no te es posible contener cómo escurre el jugo cada mordida que le das. Se te deshace en la boca y queda ese sabor entre dulce y medio ácido. Pulposo.

Ahora bien, colocas la pulpa en un tazón, le agregas un cuarto de queso crema, suave y uniforme, con la textura mórbida de un edredón de pluma, que enseguida te cubre el cuerpo y permite que sientas como pasa tu tacto a lo largo y a lo ancho de él. La mezcla del queso y el mango resulta en una pasta dulce y firme, firme como el estómago plano que tenías cuando a los 18 años sentiste por primera vez las caricias de tu novio. La misma vez que sentiste el temblor del cuerpo sobre las hojas recién bañadas por la lluvia y no sabías si era el contacto de su mano o el frío de la hierba. Dulce y firme, con un olor que no se olvida.

A continuación, se agregan dos tazas de gelatina de mandarina, disuelta en agua hirviendo, como la sangre que circulaba por todo tu cuerpo cuando por primera vez pasaste una noche entera con él.

Mango y mandarina: tú y él, él y tú, la mejor mezcla que existe. El aroma del trópico y el agridulce de la planicie.

El queso crema da un toque de buen gusto. Todo junto, mezclado todo en uno. Tú y él fusionados en una sola persona y el principio de toda existencia. Sus brazos que forman una red, un tesuto firme e indestructible que no permite pasen otras esencias, otras consistencias. Únicamente las que son: dos, él y tú, el queso y el mango, envueltos en una cortina de gelatina, un velo de pasión.

Finalmente, se deja en el tazón a que enfríe un poco a la temperatura ambiente y se mete en el refrigerador, un par de horas. La textura definitiva es consistente, sin ser dura. Suave, gentil, sutil, como lo es una mirada enamorada.

¡Ah!, fija los ojos en la persona que amas. Firme la mirada, pero dulce, tímida. A veces parece que los ojos sonríen y, cuando ves un par de ojos que te sonríen, es que ellos te aman. Y si pertenecen a la persona que amas, sientes que te derrites al sorprenderlo mirándote. La Mousse de mango es el más sensual de los postres. Para él y para ti, para una cena ligera, para una noche eterna.

jueves, 5 de febrero de 2009

Tres poemas de Mary Carmen Gerardo


Incienso


Cómo no temblar
ante el paisaje imperfecto
Hojas y hierba no dejan de quemarse
espesura de unos labios delgados

El humo inventa figuras
con tonalidades cada vez más extremas
el rosa más intenso
labios mordidos

He prendido una hoguera
para quemar tus ropas
Un olor a incienso
se deja venir

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Si no estoy ahí
¿sabrás que no te quiero?
¿que el azul no me gusta?
Todo el guardarropa
tiene ropa azul



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Entremos al lugar misterioso
sin prender velas
Toquemos a contraluz
una melodía sin música
Seamos ligeros
para caer profundo
en la infancia

ZAPATA, ESQUINA BOULEVARD por Jesús Garrido

El tiempo pasa de largo por entre las gotas sublevadas La ciudad empieza ahí donde la furia toca tierra y el mar parece reclamar po...